Elaborado por Noemí Cerulla
Richards, P. M., Geiger, J. A., & Tussey, C. M. (2015). The dirty dozen: 12 sources of bias in forensic neuropsychology with ways to mitigate. Psychological injury and law, 8, 265-280.
Los sesgos son inevitables y ocurren sin intención. El neuropsicólogo debe buscar de forma proactiva los efectos de estos sesgos para reconocerlos y minimizarlos y así mantener su objetividad e imparcialidad, ya que son inherentes en el trabajo tanto clínico como en el forense. Entender la naturaleza y la prevalencia de dichos sesgos es el primer paso para identificarlos.
El artículo se centra en los sesgos en litigios civiles por daños personales en población adulta más frecuentemente citados en la literatura como potencialmente problemáticos. Cabe decir que estos sesgos no son los únicos ni son mutuamente excluyentes.
Algunos investigadores han propuesto varias formas para mitigarlos (1,2), aunque hay poca literatura sobre su eficacia. Por otra parte, la inacción en esta área es inaceptable.
1- Confundir rol clínico con el rol forense.
El objetivo principal del neuropsicólogo forense es ayudar en el proceso legal. Hay límites claros en la confidencialidad que se deben comentar antes de empezar la evaluación del sujeto. Debe corroborar su informe con datos colaterales, nunca trata terapéuticamente al examinado y evita dar su opinión. Intenta ser imparcial y objetivo a lo largo del proceso.
El neuropsicólogo clínico que ha tratado ya al paciente puede ser llamado como testigo experto. Puede testificar aspectos de su relación con el paciente en referencia al inicio, duración, finalización de la terapia, métodos de terapia utilizados, diagnóstico con el que se trabaja, honorarios… Pero no puede dar ciertas opiniones sobre causalidad, permanencia de una condición y otros aspectos psicolegales.
2- Sesgo financiero o de pago.
Es inapropiado aceptar el pago en función de los resultados, así como tampoco es apropiado dejar de administrar pruebas, revisar documentación o prepararse correctamente por el hecho de haber sido pagado parcialmente. Se recomienda que se pague por adelantado, ya que si no, se crea la posible situación en que se pague al neuropsicólogo en función de los resultados, condicionándolo.
3- Sesgo de para quién se realiza la valoración.
La fuente de las derivaciones al neuropsicólogo no es un sesgo en sí misma. Si el neuropsicólogo utiliza el método científico debería poder asumir casos tanto de defensa como de demanda. Un patrón de derivación de 50% de casos de defensa y 50% de casos de demanda no significa ausencia de sesgo.
4- Sesgo de infrautilización de las tasas base.
La tasa base se define como la frecuencia o prevalencia de un diagnóstico, síntoma, signo, condición o trastorno en una determinada población. Son particularmente importantes en el cálculo del valor predictivo positivo y negativo. En el traumatismo craneoencefálico leve (TCE), por ejemplo, se ha determinado una tasa base de simulación (malingering) de hasta el 40%. En esta población se ha establecido una tasa base de síntomas cognitivos de un 5% a los 12 meses post-TCE. Esto significa que en una persona que haya sufrido un TCE, por ejemplo, hace 4 años y continúe mostrando síntomas cognitivos, se debe considerar la posibilidad de simulación. Conocer las tasas base de la condición médica y el síntoma incrementa la capacidad diagnóstica y la exactitud del pronóstico. Existen guías publicadas de tasas base tanto en Neuropsicología clínica como en población general (3,4).
5) Ignorar la varianza normal en las puntuaciones de los test.
La interpretación de los datos en los test neuropsicológicos requiere un conocimiento extenso y una comprensión clara de dos aspectos: la probabilidad de una puntuación alterada y el grado de covariación entre dominios cognitivos. Determinar que un número determinado de puntuaciones reflejan alteración cognitiva debe tener en cuenta el nivel en el que se define alteración (1, 1.5 o 2 desviaciones estándar –DE-) por debajo de la media o por debajo del nivel premórbido estimado) y el número de pruebas que se administran. Por otra parte, también se debe tener en cuenta la presencia de signos patognomónicos que pueden revelar alteración aunque las puntuaciones continúen dentro de la normalidad. Definiendo alteración como 1 DE por debajo de la media, se puede esperar que en una batería de 20 medidas, entre un 10-15% de las puntuaciones estarán alteradas en una población control-normal. Por lo tanto, es una falacia asumir que todas las puntuaciones alteradas reflejan disfunción cerebral. También es incorrecto afirmar que todas las puntuaciones alteradas son adquiridas. Así mismo, es erróneo aceptar automáticamente que las puntuaciones medias de alguien con inteligencia superior representan un déficit adquirido. En este sentido, se debe tener en cuenta que el rendimiento medio puede ser el resultado de varios factores, incluyendo los valores psicométricos de la prueba. El clínico debe buscar datos que consideren evidencia que dé apoyo o no lo dé en los dos escenarios: que las puntuaciones más bajas en el perfil sean varianza normal / que las puntuaciones más bajas reflejen un cierto declive respecto el nivel previo.
6) Sesgo confirmatorio.
Inicialmente descrito por Francis Bacon en 1620, se trata de un fenómeno psicológico en el que el sujeto favorece información que da apoyo a su hipótesis y descarta la información que no la apoya. Se busca información basada en el resultado deseado y no es un proceso consciente. Se debe vigilar el propio proceso de toma de decisiones. En el proceso de evaluación neuropsicológica hay tres momentos clave en los que se debe evitar este sesgo:
1) Revisión de la documentación médica. Antes de empezar, se debe establecer una hipótesis sobre la naturaleza del daño o la enfermedad y también la hipótesis contraria. Incluso se recomienda buscar de forma deliberada información que contradiga la hipótesis que se ha formulado como manera de interrumpir el patrón de sesgo confirmatorio. Se debe tener en cuenta que la información recogida de forma temprana en el proceso de diagnóstico tiene más peso que la que se ha recogido de forma posterior (efecto de primacía). Se recomienda revisar las fuentes de información al principio, que son más objetivas.
2) Selección de preguntas y uso de respuestas en la entrevista clínica. Es el punto más delicado del proceso ya que hay riesgo de formular las preguntas que encajen en nuestra hipótesis, consiguiéndose a la vez el sesgo de aquiescencia del entrevistado. Esto es, que responda que sí a todas las preguntas. Una manera de evitarlo es advertir al entrevistado que se les preguntará sobre una serie de síntomas, y que no todos necesariamente encajarán en su situación. Se deben alternar preguntas que incrementen y debiliten las hipótesis específicas.
3) Interpretación de la entrevista y de las pruebas. La interpretación no sesgada de las puntuaciones en las pruebas neuropsicológicas es más fácil cuando el clínico no se ha comprometido a un diagnóstico, ya que esto incrementa el riesgo de percibir “correlaciones ilusorias” entre las puntuaciones de las pruebas y la conducta del paciente o que el daño A se debe asociar al síntoma B. En esta fase se recomienda continuar manteniendo hipótesis contrarias.
7) Sesgo personal y político.
Vivir experiencias adversas puede formar actitudes y contribuir a los estereotipos. Debemos hacer un autoexamen en este sentido. No tan obvias como las experiencias vitales, existen las creencias políticas. Se sugiere ser consciente de aspectos de contratransferencia, es decir, que las características del examinado como edad, sexo, etnicidad, atractivo o estatus socioeconómico puedan generar una reacción o emoción en el neuropsicólogo. No existe garantía de que este hecho pueda o no pueda tener impacto en la opinión forense del experto.
8) Sesgo de error de atribución del grupo.
Creencia de que los rasgos de un individuo son representativos de todo el grupo. El mismo sesgo puede ocurrir cuando el clínico desarrolla expectativas abiertamente rígidas sobre cómo los individuos con ciertas enfermedades se comportan y/o rinden en los test neuropsicológicos. Se deben revisar los datos de la entrevista y la valoración para asegurarse que no hay ningún síntoma que se pase por alto porque no “encaja” con una determinada constelación de síntomas.
9) Sesgo del diagnosis momentum.
Es la tendencia a aceptar un diagnóstico como bueno sin considerar diagnósticos diferenciales porque se ha repetido de profesional en profesional suprimiendo así su posterior cuestionamiento. Este sesgo empieza en el momento mismo en que se atribuye un diagnóstico a una persona y es un proceso inconsciente. También tiene implicaciones a nivel forense cuando el diagnóstico es de simulación (malingering), ya que se trata de una etiqueta peyorativa que puede sesgar las evaluaciones subsiguientes. Incluso puede determinar que no se reciba tratamiento adecuado. Por lo tanto, se necesita verificación independiente pidiendo opinión experta o feedback de otros profesionales. Se recomienda que el neuropsicólogo revise toda la información y evalúe la validez de los diagnósticos previos. Debe intentar realizar su propio diagnóstico a partir de hipótesis contrapuestas. En otras palabras, debe preguntarse “¿qué más puede ser?”. Un ejercicio útil es considerar y practicar cómo uno explicaría al juez por qué podría ser o no un diagnóstico en particular.
10) Sesgo de “aquellos buenos años”.
Hace referencia a la tendencia del examinado a verse a sí mismo como más sano o con un nivel de funcionamiento previo a la lesión más alto del que realmente tenía. Tienden a reportar menos síntomas previos a la lesión que la tasa base de síntomas en población sana. Tienden a sobreestimar el grado de cambio respecto a su nivel previo de funcionamiento. Perciben su funcionamiento previo por encima de la media, y este hecho impacta de forma negativa en su percepción de los problemas actuales, su recuperación desde la lesión y su habilidad para volver al trabajo. Se ha estudiado sobretodo en pacientes con TCE leve y parece que disminuye a los tres meses. Para evitar este sesgo se necesita recabar el máximo de información colateral que indique cómo estaba la persona antes y después de la lesión.
11) Excesiva confianza.
Los sesgos existen a pesar de una formación excelente, de tener años de experiencia y de querer evitarlos. El sesgo de excesiva confianza está relacionado con la precisión de las capacidades de diagnóstico del profesional. En este caso, el profesional está 100% seguro de la verdad, quizás como consecuencia de otros sesgos como el confirmatorio o el de diagnosis momentum. Esto puede llevar a error porque no se tiene en consideración otras hipótesis. Una forma de mitigar este sesgo es pedir revisión de los informes forenses por parte de otros profesionales y tener en cuenta las propias limitaciones.
Bibliografía
1) Kahneman, D. (2003). A perspective on judgment and choice: mapping bounded rationality. American psychologist, 58(9), 697.
2) Croskerry, P. (2003). Cognitive forcing strategies in clinical decisionmaking. Annals of emergency medicine, 41(1), 110-120.
3) McCaffrey, R. J., Palav, A. A., O’Bryant, S. E., & Labarge, A. S. (2003). Practitioner’s guide to symptom base rates in clinical neuropsychology. Kluwer Academic/Plenum Publishers.
4) McCaffrey, R. J., Bauer, L., Palav, A. A., & O’Bryant, S. E. (Eds.). (2006). Practitioner’s guide to symptom base rates in the general population. New York, NY: Springer New York.
Otros autores que han escrito sobre sesgos son:
5) Borum, R., Otto, R., & Golding, S. (1993). Improving clinical judgment and decision making in forensic evalution. The Journal of Psychiatry & Law, 21(1), 35-76.
6) Martelli, M. F., Bush, S. S., & Zasler, N. D. (2003). Identifying, avoiding, and addressing ethical misconduct in neuropsychological medicolegal practice. International Journal of Forensic Psychology, 1(1), 26-44.
7) Sweet, J. J., & Moulthrop, M. A. (1999). Self-examination questions as a means of identifying bias in adversarial assessments. Journal of Forensic Neuropsychology, 1(1), 73-88.